Placer o salud: los reveladores datos de qué elige la gente cuando compra alimentos con el sello negro
A un año de la reglamentación del etiquetado frontal, una encuesta analiza el comportamiento de los consumidores. Y muestra que falta educación alimentaria.
Casi un año tuvieron las empresas para adecuarse a la ley de Etiquetado Frontal de Alimentos. Se reglamentó el 23 de marzo de 2022 y significó en los paquetes la aparición de los sellos negros que advierten sobre "Exceso en azúcares”; “Exceso en sodio"; “Exceso en grasas saturadas, "Exceso en calorías" y "Exceso en grasas totales".
Las prórrogas para "vestir" así las caras de los envases (también con las leyendas de "Contiene edulcorantes, no recomendable en niños/as" o "contiene cafeína, evitar en niños/as") llegaron a su fin el 16 de febrero para la mayor parte de los fabricantes de la industria y ahora llega una pregunta clave: ¿cuál está siendo el efecto de la ley en la actitud de compra?
¿Se está cumpliendo con el objetivo de máxima, que era redireccionar desde las góndolas el consumo hacia productos más saludables?
Todavía falta ver los octógonos negros en todos los productos que deberían tenerlos -las pymes tienen 6 meses más para adecuarse- y desde el Ministerio de Salud de la Nación, la autoridad de aplicación, dicen a Clarín que recién "en agosto tendríamos un análisis cuali-cuanti exahustivo de cómo viene la implementación en términos generales" del etiquetado.
Mientras tanto, desde el sector privado ya hay algunas aproximaciones de qué ocurre del lado de quienes compran. A partir de 1.000 entrevistas realizadas a consumidores argentinos entre el 14 y el 17 de febrero, un estudio de la consultora especializada en consumo y retail ShopApp aporta un dato poco alentador.
Entre los consumidores de alimentos poco saludables, el efecto de la ley es menor: eligen lo mismo como si no existieran los sellos. Estas categorías de alimentos tienen un público que presta más atención a la indulgencia que a la salud.
En tanto, quienes consumen productos con alta percepción de ser saludables son menos propensos a seguir comprando “sin importar los sellos” y están más orientados a buscar marcas que cumplan la expectativa de saludabilidad, al tener menos advertencias de excesos.
"Estoy bastante confundida con el tema de las gelatinas. En el súper busco una sin azúcar y me encuentro con que ninguna dice 'Sin azúcar' y la que compraba dice: 'Exceso en sodio' y que contiene edulcorantes. Antes me quedaba más claro cuál elegir", dice a Clarín una consumidora de Villa Crespo de 43 años que es minuciosa en sus compras saludables.
Lo mismo le pasa con las gaseosas.
"Busco una light y ahora las botellas no dicen 'Sin azúcar'. Leo al costado, muy chiquito, que dice 0% calorías y ahí me quedo tranquila de que estoy llevando la correcta. A mí lo que me importa es el azúcar, no el sodio. Tengo dos hijas adolescentes y quiero reducirles lo más posible los niveles de azúcar en su alimentación", detalla.
Otra porteña más madura, de Montserrat, dice que no sintió confusión días atrás cuando compró "un yogurt que decía 'sin sellos negros'". Pero tampoco le resulta sencillo encontrar una bebida sin azúcar.
Alejandra, de 45, dice que para ella "las papas fritas son como los cigarrillos para los fumadores", porque "como los puchos, que tienen mensajes y fotos horribles de advertencia, se compran igual". Ella no fuma, pero sí sigue consumiendo las papas de bolsa.
A Victoria, de Haedo, los sellos tampoco le impactan al comprar galletitas. "Ves claramente que dice 'Exceso en azúcares'. Si antes agarraba un paquete y lo devolvía a la góndola por el precio, ahora lo devuelvo por el sello que tenga. Pero si son las galletitas negras, esas que vas específicamente a buscar... las llevás igual".
Entre el sello y el gusto
Entre quienes consumen snacks salados, aunque el 64% sepa que no son "nada saludables", el 36% dijo que "seguiría comprando la marca habitual, sin importar si tiene sellos". Esto frente al 23% que buscaría un envase con menos octógonos negros.
Lo mismo pasa con las gaseosas con azúcar. El 70% sabe que no son nada saludables y si bien el 33% contestó que no compra estas bebidas, el 30% dijo que se decidiría por comprar una marca con menos sellos. Apenas el 19% reorientaría su consumo hacia una sin azúcar.
Las que son "sabor original" tienen el sello negro de "Exceso en azúcares" y la leyenda de que contiene cafeína. Las de "sabor liviano", las dos leyendas: "Contiene edulcorantes" y "Contiene cafeína". Otras, además de exceso en azúcares, explicitan el exceso en calorías.
La ley es clara, no es la de un semáforo nutricional, que va del verde al rojo según un puntaje, sino que los octógonos negros pasan de estar o no estar en los paquetes según la vara del perfil de nutrientes que establece la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Fuentes ligadas al debate de la norma, que siempre estuvieron a favor de la implementación de sellos, dijeron a Clarín que las eventuales confusiones en las gaseosas "no parten de un error de la ley sino de una cuestión visual de cambio de etiqueta" y que "es cuestión de hábito que deje de ser ajeno ver un sello o no verlo".
Volviendo al estudio, en el caso de las golosinas, una categoría "nada saludable" para el 71% de las personas encuestadas, el 40% elegiría la misma marca de siempre aunque tenga sellos y el 20% buscaría una alternativa con menos sellos.
El contraste se ve en los productos que tienen mejor prensa desde lo nutricional.
En la categoría cereales, el informe marca que el 78% los considera saludables y el 46% buscaría cambiar su marca habitual por otra con menos sellos, frente al 25% que la elegiría de todos modos.
En esa línea, los yogures tienen el grado más alto de percepción de saludabilidad, que asciende al 92%, y la propensión al cambio de marca asciende al 42%, frente al 38% que declara que mantendría su marca sin importar los octógonos negros.
Un caso llamativo es el del pan lactal, cuya percepción de saludabilidad asciende sólo al 53% y casi empatan las actitudes de cambio de marca hacia una con menos sellos y la de comprar la misma de siempre, con el 31% y el 30% respectivamente.
¿Por qué a pesar de los sellos no hacemos buenas elecciones?
"La elección no tiene sólo que ver con pensar en lo nutritivo y lo saludable. También tiene que ver con el placer y el deseo. Algo muy importante que tenemos que abordar con nuestros pacientes es que no importa sólo un sello en el envase sino educar, enseñar que hay que tender a elegir alimentos saludables la mayoría de las veces, y que así, cuando cedemos al deseo, al placer, podemos hacerlo sin culpa", explica a Clarín María de los Ángeles Sánchez Calvin, médica especialista en nutrición y en psiconutrición.
La experta aconseja que los consumidores se pregunten "¿Qué quiero elegir como alimento y qué consecuencia quiero tener en mi organismo a partir de esa elección?". Porque a partir de esa inquietud, dice, "es mucho más fácil que la decisión sea intuitiva, que salga de adentro, desde lo que yo quiero comer, no que desde afuera me digan qué comer". Habla de consumidores empoderados.
"Falta tiempo para que la gente incorpore los sellos como propios. Pero sí la ley empezó a ser efectiva para que los consumidores tengan información para su decisión", cierra.
La Federación Interamericana del Corazón (FIC) Argentina realizó un relevamiento durante el verano para analizar el cumplimiento de la ley de etiquetado que incluyó seis supermercados de distintas cadenas en la ciudad de Buenos Aires.
Se identificaron 105 productos con sellos y leyendas precautorias. El 83% de los supermercados (es decir, en 5 de los 6 relevados) se detectó incumplimiento respecto a la disposición de productos en la góndola, es decir, se hallaron productos cuyos sellos no estaban visibles al consumidor sin que se deba dar vuelta el envase (por ejemplo, en botellas de gaseosas y frascos de mermeladas).
Además, en el 67% de los supermercados se encontraron promociones asociadas al precio (como “15% de descuento” y “50% de descuento en la segunda unidad”) en productos con sellos, lo cual también evidencia un incumplimiento a lo dispuesto en la ley.
Respecto a la decisión de compra, Leila Guarnieri, nutricionista e investigadora de FIC, dice a este diario que "para ver resultados en salud hay que darle tiempo, sobre todo considerando que nuestra ley prevé una implementación gradual".
Tomando como referencia la experiencia de Chile, el país pionero de nuestra región en aplicar los sellos negros, Guarnieri señala que la evidencia da cuenta de que el mayor impacto se observa en productos percibidos como saludables.
"Es decir, el etiquetado permitió 'desenmascarar' los productos que contienen nutrientes críticos como azúcares, grasas o sodio en exceso y que antes de la ley se creía que eran saludables, como por ejemplo, yogures, jugos, cereales de desayuno y barras de cereal", puntúa.
Conforme a esa experiencia chilena, dicen que es esperable que en Argentina ocurra algo similar, "que la actitud de compra se modifique más en aquellos productos que eran considerados previamente como saludables y ahora el etiquetado muestra que no lo son".
Cabe recordar que la ley (que durante el debate no saldó cuestiones referidas a su principal crítica, la falta de pedagogía activa para enseñar algo más que marcar los excesos) es más abarcativa que los octógonos.
Establece la prohibición de publicidad de los alimentos y bebidas que contengan al menos un sello de advertencia dirigida a niños, niñas y adolecentes; prohíbe los dibujitos, deportistas o famosos y los regalos y concursos en los paquetes y si tienen más de un sello esos productos no pueden venderse en escuelas primarias ni secundarias.
La importancia de saber
El informe de ShowApp muestra que 7 de cada 10 consumidores argentinos conocen que existe la Ley de Etiquetado Frontal, pero sólo el 28% declaró conocer bastante o mucho al respecto, por lo que falta información.
Uno de los puntos más destacados durante el debate del proyecto de ley se enfocaba en lo vital de saber qué se elegía, de entender la calidad nutricional de los alimentos a simple vista. Algo que parecía "ilegible" al mirar la tabla de información que desagrega los ingredientes y calorías al reverso.
Este informe muestra que, en general, los hombres, las personas mayores de 50 y quienes pertenecen a sectores de ingresos medios-bajos tienden a percibir las categorías como “más saludables” que la media. Los demás grupos (mujeres, de ingresos altos y jóvenes), presentan un ojo más “afilado” respecto a qué es saludable y qué no.
Al igual que en el punto anterior, las mujeres, mayores de 30 y de sectores de ingresos altos, suelen tener actitudes más radicales de abandono de marca y de categoría.
Qué pasa en los kioskos
Antes de que se conozcan datos oficiales sobre el efecto del etiquetado en general, otra investigación, en este caso de Voices! y exclusiva para Clarín, muestra cómo es el consumo en los kioscos del país.
7 de cada 10 argentinos compran semanalmente en un kiosco y casi la mitad compra en kioscos 4 veces por semana o más (46%). Desde el 2018 aumentó levemente el número de shoppers de kioscos (89% vs. 93% hoy).
El 57% de los que más consumen pertenecen a sectores de ingresos bajos y lo que más se compra, claro está, son golosinas y chocolates, seguidos de gaseosas.
La compra de golosinas en kioscos crece a mayor nivel de ingresos (es del 61% en el target ABC1) y en Capital (57%, 51% en GBA y en Interior).
La compra de galletitas crece entre los jóvenes y en los sectores de bajos ingresos, comparado al mismo estudio en 2018. También lo hace entre los que más compran en kioscos y entre esos consumidores también aumentó la compra de cigarrillos.
7 de cada 10 están de acuerdo con que los kioscos de las escuelas deberían vender solamente productos saludables, como jugos, frutas y panificados preparados artesanalmente.
Por Emilia Vexler